martes, 29 de mayo de 2012

ópera




Nos movíamos de Este a Oeste por el desértico valle que conducía hacia Ticlo. 

Ticlo es la agónica capital administrativa de Crotavia. 

Habíamos completado un mes de avance hacia la capital y ya estábamos a pocos kilómetros. Nos movíamos "limpiando" el camino. A veces encontrábamos resistencia capaz de detener nuestro avance, ahí nos instalábamos y aplicábamos el plan "Ópera".   En dos días éramos capaces de crear un frontera infranqueable, aún bajo intenso fuego enemigo.   Cada vez que lográbamos construir las trincheras, barricadas y defensas, significaba que una vez más reducíamos su espacio y que los empujábamos cada vez más cerca de Ticlo.

Volví de donde mi mente haya estado al escuchar al capitán Manríquez gritar mi apellido y mi tarea.  Me tocaba con Jiménez en la ametralladora.  La misión era la siguiente:  Disparar ráfagas de 10 segundos cada 10 segundos.  Dispararlas manteniendo ese ritmo,  durante las  5 horas que duraban los turnos.  

La ametralladora cantaba su ópera del miedo.  El que ha estado bajo fuego de una MX100 sabe lo que digo.  A pesar de ser un arma de baja precisión, pesada y poco eficiente en términos de municiones, estaba considerada como un armamento temido.  Ella era el pilar de nuestro plan cuando deteníamos nuestro avance.   Era nuestro martillo sicológico.  Al ir encerrando al enemigo y obligándolo a retrasar sus defensas cada vez más cerca de la ciudad, el efecto sicológico, más que bélico, de nuestra MX100 iba aumentando.   El estruendo de las ráfagas, disparadas constantemente a intervalos regulares durante horas era la música que acompañaba los días y las noches de tensa espera.  

Las explosiones, disparos, gritos y alaridos que acompañaban esta guerra no tenían ninguna similitud a esta música, estos últimos eran azarosos, no había una partitura y no podrían ser  considerados como una improvisación musical de la muerte.  Solo eran ruidos, resultados de alguna granada, rifle o soldado que se abrazaba a su último momento de vida.

El enemigo entendía muy bien lo que la MX100 quería decir con su emotiva ópera.  Era un claro mensaje de que nosotros habíamos consolidado nuestro avance,  y que estábamos preparando el próximo.  Mientras los soldados descansaban y los estrategas discutían el próximo movimiento, la MX100 daba vuelta sus pulmones.  Disparaba sus notas al azar, día y noche. Todos podían escucharla.  Era el sonido ambiental de los momentos de pausa de esta guerra.  Sabíamos de el daño que producía esta música en el enemigo, la música tiene la capacidad de modificar los estados de ánimo, de avivar las sensaciones e iluminar recuerdos oscurecidos por el tiempo.  La música de la MX100 era la ópera de la angustia, del miedo a la muerte, un preludio al desastre.   Su efecto era tan fuerte que incluso en nuestro bando habíamos tenido que dar de baja a una docena de soldados que no resistieron más el concierto, los nervios los tenían destrozados.  La ópera los hacía tiritar y ponerse en posición fetal.  Dos terminaron su vida corriendo directamente hacia las semicorcheas escupidas con furia por la MX100.   Si esto causaba en nuestras tropas, imagínese lo que ocurría entre los Crotianos.

Mi turno en el nido de la MX100 había comenzado.  Yo ya había estado a cargo de esta orquesta de un solo instrumento y conocía su temperamento.  La primera hora era bastante fácil.  Se necesitaba de dos operadores: el "péndulo" y su asistente.  Nos turnábamos estas tareas, cada una hora, cambio.  El péndulo debía disparar sin perder el ritmo las ráfagas de 10 segundos cada 10 segundos y mantener una oscilación que no superara los grados calculados para que la lluvia de balas impactara dentro del rango "útil".  El asistente se encargaba de la recarga de munición de la MX100, tenía 10 segundos para desconectar la correa de balas usada y conectar una nueva. Usábamos un metrónomo para no perder el ritmo y unos protectores auriculares para no quedar sordos.

Los efectos del humo, la vibración y el calor generado por la MX100 comenzaban a sentirse durante la segunda hora de operación.  Me recordaba a las veces que he tenido fiebre, duelen los huesos, transpiración helada pero mucho calor. Eso y visión borrosa.   Comparado a sensaciones que había tenido durante ese último mes estos síntomas eran solo un detalle.  

Después de tres o cuatro horas de música te transformabas en parte de la MX100, te sentías de metal...no se sentía nada.  Solo el ritmo del terror retumbando desde las entrañas hacia afuera.  No tenía sentido hablar durante la operación de la MX100, era imposible escuchar algo.

El enemigo nunca había intentado nada durante los conciertos.  Solo esperaba angustiosamente a resistir el próximo ataque, el cual se iniciaba exactamente cuando había un silencio mayor a 10 segundos.  Ese segundo extra de silencio, el onceavo, hacía temblar a cualquier ser humano a 5km a la redonda.

Estábamos cerca de terminar nuestro turno. Yo estaba de asistente y me tocaba recargar una vez más los pulmones de nuestra cantante de voz grave cuando ocurrió.  

Yo había sido obligado a enlistarme en el ejército.  Antes de eso había sido obligado a trabajar en la fabrica de clavos.  Mis sueños y ganas de manejar mi vida habían sido cortados constantemente por razones externas. Las vueltas de la vida, como dicen.  En dos segundos tome la decisión.  Como militar estaba convencido que era una decisión ganadora.  No recargué la MX100.   Jiménez quedo congelado, no de susto, solo rompí el ritmo bajo el cual estaba hipnotizado.  Me miraba sin moverse y sin ninguna expresión en su cara. Yo, un soldado simple había tomado la decisión de iniciar el ataque final.  Al detenerse el estruendo por más de 10 segundos se generó una reacción instantánea, todos se armaron, se formaron y comenzaron el avance, tal como lo habían hecho muchas veces durante el último mes.   Los altos mandos fueron los únicos que estaban extrañados por lo que ocurría, no era parte del plan, pero estaban muy conscientes que ya era imposible detener el ataque.  

Fue una masacre, llegamos hasta la plaza de Ticlo tomando todos los edificios públicos.  En menos de dos horas habíamos controlado la ciudad.

Tres días después me encontraba yo y Jiménez ante el tribunal militar.  Cuando me tocó hacer mi declaración dije lo siguiente.

"Estoy desilusionado de cómo son las cosas.  Entiéndame bien, no me refiero a la crudeza de la guerra, soy un soldado y entiendo mi misión.  Estoy dispuesto a luchar por lo que creo, a dar la vida por mi país.  Lo que ocurrió ese día y las atribuciones que me tomé se deben al razonamiento que expondré a continuación.   Los Crotianos ya estaban derrotados, no tenían comida, energía eléctrica, ni armamento pesado.  El mantener el plan Opera solo significaba alargar la agonía del enemigo y causar ansiedad y angustia innecesaria entre nuestros soldados.   Ese día, cuando me toco mi turno de ir al baño, vi cómo los generales y estrategas estaban bebiendo y jugando dominó.  Me demoré dos segundos en tomar la decisión de no recargar la MX100 y dar el inicio del fin de esta guerra.   No tuve duda que era la mejor decisión, incluso para los habitantes de Ticlo.  Aún en la guerra se puede ser digno e íntegro, incluso con el enemigo, eso me diferencia de un asesino común y corriente.  A pesar de haber dado muerte a muchos, he conservado mi humanidad y por eso actúe como uno."

No hubo explicación detallada de nuestra sentencia.  20 años para mí, 10 para Jiménez.  Fui esposado y sacado del tribunal por una puerta trasera hacia la calle en donde me esperaba el furgón.   Un gendarme me empuja con firmeza en dirección al furgón que me llevaría a la penitenciaria.

Antes de subirme al furgón el gendarme me habla, y con un marcado acento Ticlano me dice: "soldado, tus palabras en el juicio te salvaron de la humillación a la que tu país te condena, 20 años de cárcel. Te daremos el final que un soldado merece" y me cerró un ojo. El gendarme con una gran sonrisa cerró la puerta del furgón. Nunca había visto a un Ticlano sonreír, se veía como cualquiera que ríe, satisfecho.  

El furgón hizo sonar las ruedas al partir. Dimos la vuelta a la cuadra y a toda velocidad nos subimos a la vereda, deteniéndonos casi al frente del tribunal El techo del furgón salió expulsado hacia arriba dejando expuesta una MX100, cargada y lista.   Casi todos los asistentes al juicio estaban amontonados como ovejas en las blancas y largas escaleras de los tribunales. 

Comenzó la música que nunca pensé escuchar nuevamente.  La MX100 cantaba su obra maestra, como nunca la había escuchado.  Esta vez no se detuvo a los 10 segundos.  Masacre. El furgón partio conmigo y Jiménez con rumbo desconocido. 

Al amanecer le dije a Jiménez, "Lo que es justo, es justo". Él asintió seriamente. Sin  vendarnos los ojos, mirando al frente y libres de amarras, esperamos nuestra ejecución frente a los 748 Ticlanos sobrevivientes de la guerra y que hoy celebraban su primera victoria.





jueves, 17 de mayo de 2012

Por su seguridad, espere detrás de la línea amarilla.



Caminé sin que nada me sorprendiera, un día más, todo igual, predecible.

"Que agradable", pensé al ingresar al edificio, "ascensor vacío".  Se abrieron las puertas y vi mi reflejo repetido infinitamente en los tres espejos.  Mi única compañía era un disimulado dolor de cabeza. Automatizado apreté el botón, esperé, me baje y camine instintivamente hacia mi puesto de trabajo.

Saludé a un compañero de trabajo, "Hola po' Gárgola".  El Gárgola trabaja en el área de informática, a pesar de lo que uno podría suponer por su sobrenombre,  el Gárgola no es un personaje de la noche,  todo lo contrario.  Su sobrenombre proviene de sus características de estatua, es una persona casi sin movimiento, puede estar mirando su pantalla por horas, programando sin decir ni una palabra en todo el día.  El me mira con cara de asombro, una expresión ajena a él,  pero no me nace preguntarle que qué le pasa.
Mientras camino de vuelta a mi computador me convenzo de la inutilidad de enviar los correos que enviaré al cliente solicitando una prórroga en la entrega de un informe que no se de que se trata.

Me siento observado, me doy vuelta y efectivamente, mis tres compañeros reunidos me miran.  "¿Te sientes bien?" me preguntan.  "Si", les digo.   "Es que fue fuerte" comenta Chancho, mi compadre.   Empiezo a sentir que se acercan muchas preguntas, pero extrañamente se que no podré responderlas.  "¿Que pasó?" me pregunta la Jefa.   "Nada", respondo.  Todos ríen nerviosos, su reacción no me llama la atención en lo absoluto,  pero una sensación de pánico cae como rayo sobre mí.  Esas caras y risas no son una actuación.  Tartamudeando pregunto "¿Que me paso?".   Los ojos se les abren aún más, la Chica saca una risa que da susto y Chancho me mira preocupado.
Antes de que respondan ya se lo que me paso...pero no lo recordé, solo supe cual sería la respuesta a mi pregunta.  No lo puedo creer.  Sin embargo aquí estoy, parado, en la oficina.

Salgo corriendo al baño - ya se a cual entrar - el café tiñe el agua del güater.  Me recupero enseguida y vuelvo a la oficina, se viene una larga conversación.   "Díganme que saben" les digo con tono serio  y seguro.   Estoy fingiendo, ya que aún estoy bajo efectos del pánico y con el estómago hecho un nudo.  La sensación que tengo es algo que describiría como:  "Si se, pero no se porque".  Rarísimo.

Nadie dice nada y Chancho me pasa el diario que reparten en el metro.  Accidente en Estación Tobalaba Termina Sin Consecuencias, se lee en el titular de una pequeña columna.   Estoy seguro de haber leído esta noticia,  reviso la fecha del diario, me sorprendo, es el diario de hoy.  Un cliente, como le llaman cínicamente a los obligados usuarios del metro, cayó a las vías y recibió una descarga eléctrica.  Fue trasladado a un centro asistencial del cual fue dado de alta a las pocas horas sin constatar ninguna lesión.   Eran mis iniciales y mi edad las que describían al afectado.  "Me siento bien, creo que me resbalé", les digo sonriendo.

Intento distraerme, veo mi celular y envío los correos.  Son las 9:40 a.m.  Tengo que aclarar mis ideas, así que bajo a la calle con la excusa de ir a comprar algo.   Tranquilamente y sentado en una banca al costado del edificio empiezo a recapitular los hechos, solo puedo llegar hasta hoy en la mañana cuando me desperté.  No recuerdo nada del accidente.  Se como me llamo, quienes son mis amigos, cual es la dirección de mi trabajo, pero no puedo recordar que hice ayer, ni antes de ayer....mierda, mierda.  Continuo chocando con esta pared mental.   ¿Que hice ayer? ¿Que hice ayer?  ¿Que hice cualquier otro día?  ¿Porque estoy pensando esto?  Logro tranquilizarme, a la fuerza.  No recuerdo nada del pasado.  Es así de simple.  No recuerdo los hechos y detalles, pero me doy cuenta que si reconozco las calles, se como llegar a mi casa, aunque no se como es.  Desesperado reviso la agenda de mi celular, tengo anotado, "Revisar" a las 8:00 p.m.  Me concentro y en dos segundos me digo totalmente convencido, "revisaré las pastillas de freno de la moto, las cuales estarán en buenas condiciones".  Suena el celular, es el tono de correo recibido, son las respuestas negativas a los correos enviados hace un rato.  Quedo pasmado al leerlos, compruebo que si son respuestas negativas a los correos enviados hace un rato.
Muchas veces he estado a punto de volverme loco, por razones que no puedo recordar, pero no he dado paso a la insanidad mental total porque disfruto del limbo, de caminar entre mundos y hago lo posible por mantenerme ahí.  Encuentro increíble el estado en que me encuentro, estoy a punto de perder el control, pero no dejaré que eso pase.  En el límite de la cordura siento un placer indescriptible, que me pone por sobre toda realidad y situaciones.  Pasadas, presentes y futuras.  Es como si dominara el mundo y sus leyes.  Leyes que no aplican a mi.  Pero hoy era distinto, creo que no había alucinógenos en mi café, y menos algún polvo mágico en el aire acondicionado del ascensor.  No se porque estoy en este estado.   Visionario pero perdido, desmemoriado pero seguro de mis acciones, tranquilo por el futuro, pero intrigado por el pasado.

La respuesta iba a ser SI.                  --"Jefa, ¿me puedo ir a descansar?",        "SI".--

Esta es mi casa.  Entro a las 11:07 a.m.  Sin reconocer nada me siento muy a gusto en este lugar, sin esfuerzo encuentro la pieza y adivino donde esta el control de la TV.  Veo el matinal absorto, hablan de cosas que me sorprenden.  Como es posible que no sepa que Pellegrini fue confirmado para la selección, o que una niña de la farándula esta en la UTI hace una semana debido a un accidente dentro de una discoteque,  pienso un poco más en esta última noticia y me doy cuenta que se que morirá la próxima semana.  Lamentable.

Ya no me siento al borde de la locura.  
Lo que me pasa es simple.  No recuerdo el pasado.  Recuerdo el futuro.  
Los acontecimientos que se encuentran adelante en la línea temporal los puedo visualizar.   Mientras más avanzo más borrosos son.   La tarde la veo claramente.  Ya son las 12:00 p.m.  Mañana se lo que haré, los mails y llamadas que recibiré y lo que es más interesante se algunas noticias que ocurrirán mañana.  Sobre el pasado...nada.   Empiezo a revisar mis cosas, ya se lo que encontraré, pero no puedo evitar hacerlo.  No se si debo comprobar lo que ya se o  si es una especie de determinismo el que me maneja.   Esa sensación no me gusta para nada.  Una vez más intuyo la conclusión de la larga meditación en la que me sumerjo.  Veo el futuro, pero no puedo controlarlo, el libre albedrío es una mentira, el determinismo es un hecho.  Esto no implica un cambio en la vida, aunque yo sea capaz de ver el futuro, mi futuro, el futuro de mi entorno, voy a actuar igual como lo hubiese hecho de manera normal, es decir recordando el pasado, no intuyendo el futuro y creyendo que tomo decisiones libremente.  No se como sentirme, esta revelación no se como clasificarla.  Tengo la sensación de que estoy a punto de perderme, me dejo llevar, pero sin moverme, sin pensar, solo sintiendo.

No puedo sacarle mucho provecho monetario a esta situación, me doy cuenta que no es llegar y leer los partidos del fin de semana y apostar.  Por el contrario, solo se las respuestas cuando formulo una pregunta bien construida y acotada.  Ojalá una pregunta que tenga un Si o un No por respuesta.  Lamentablemente ya se lo que haré y cuando se que no haré algo, también ya lo sabía.  Saber el propio futuro no es tan útil ni fantástico como alguna vez pensé.  Los recuerdos futuros vienen a mi como órdenes, como hechos futuros, no se pueden evitar.  ¿Cuando intente evitar algo que ya se que  evitare...  es eso evitarlo realmente?  

Tal como lo intuí, salí a la calle a comprobar mi teoría, estoy dispuesto a cruzar calles sin mirar, a hablar con gente que no conozco, estoy dispuesto a todo.  Salgo, voy caminando, me concentro un instante y cruzo a mitad de cuadra la pequeña calle donde vivo.  Apenas piso la calle se que una bicicleta me va atropellar, giro mi cabeza a la izquierda, la veo, esta a menos de un metro, me atropella.   Quedo sentado, el ciclista me pregunta si estoy bien, le digo que si con la cabeza.  Me paro, el ciclista me mira y comienza lentamente su pedaleo, esperando algún comentario de mi parte.  Yo se que no le diré nada.   Otra conclusión:  los hechos futuros que ocurren de forma repentina los recuerdo de forma repentina.  Ósea mi nueva habilidad no me sirve para cruzar calles sin mirar, supe que sería atropellado y no pude esquivar al ciclista y evitar el accidente.   Me doy cuenta que mi experimento ha terminado y se que voy a estar en dos minutos más leyendo noticias en el computador en la seguridad de mi casa.

Algunas noticias las sabía, otras no.  Las más contingentes a mí, tales como el tiempo de mañana en Santiago, no así el de Temuco.  Que la marcha de los estudiantes terminaría en caos, aunque no hay que ser vidente para saber eso.   Esta situación me abría un nuevo espectro.  Solo tenía que encontrar el uso para esta nueva habilidad.  Me froté las manos, no como un profanador de tumbas de Egipto que le acaban de pasar el dato de donde duerme el último faraón enterrado con todo su oro, fue más bien como el movimiento que haría un escolar que acaba de ser informado que no tiene clases al día siguiente.

Comí los caracoquesos que sabía que tenía hechos.  Termine y me pregunté, ¿En que mierda he estado toda la mañana?  No sé, ya no recuerdo bien la mañana, no se porque me fui de la oficina.  Si me doy cuenta que olvidaré rápidamente.  Debo anotar, debo escribir para poder recordar.

Después de horas de escribir, leo lo escrito.  Desilusionado veo que he escrito 4 veces lo mismo.   En resumen se que no recuerdo el pasado y que olvido rápidamente, que recuerdo el futuro cercano y que a pesar de todo esto no puedo manejar el futuro.  Al parecer ya esta todo determinado.

8:00 p.m.  Reviso las pastillas de freno de la moto.  Están bien.

Wikipedia me ilumina.  Teoría de la relatividad.  Leo La Historia del Tiempo.  Einstein y Hawkings se transforman en los portadores de la solución.  A pesar de que no entendí todo, creo que si pudiese moverme a la velocidad de la luz podría lograr algo.   Curiosamente al pensar en esto nada se viene a mi mente.  Anoto mis observaciones y me cuelgo el cuadernito al cuello.  Es tarde, 3:00 a.m.

Despierto, no se bien cuanto ha pasado...veo la hora, 9:30 a.m., leo el cuadernito que tengo colgado, pero mis notas no tienen fecha, no creo que haya dormido un día entero...tomo nota:  anotar fecha y hora junto a cada comentario.   Ya se que voy a tomar la micro hacia el Campus Juan Gómez Millas, allá en la facultad de ciencias tienen un ciclotrón.  Creo que es un acelerador de partículas, creo que me puede servir.  Tal vez alguien me pueda ayudar allá.  Me subo a la micro.

Vuelvo a pensar, "que desgracia recordar el futuro y no el pasado", (solo se que estoy pensando esto nuevamente porque lo acabo de leer en mi cuadernito).   No puedo aceptar que todo este determinado, que todo sea predecible.  Cada vez que intento salirme del libreto ya se cual será el resultado, incluso presiento cuando voy a intentar salirme del libreto.  ¡Maldición!, la incertidumbre, el azar, el no saber son un derecho y condición natural de los humanos que he perdido.   

Llego a la facultad de ciencias, se que no voy a poder entrar y no lo logro.  Vuelvo a mi casa.  Tengo que pensar y planear mucho más que es lo que voy hacer para solucionar mi situación.  Por ahora solo he diseñado un sistema para poder vivir y no volverme loco, el cuadernito.  Acepto que la idea de botar el cuadernito y dejar que la demencia se apodere de mi es cada vez más seductora.

A las 11:27 a.m. suena mi teléfono.   Dice OFICINA, contesto.   "¿Como te has sentido?"  "Regular" respondo.  "Me imagino, fue fuerte.  Tengo que preguntarte esto, ¿Crees que podrás venir mañana?  El trabajo se acumula", hago una pausa para pensarlo, me doy cuenta que la oficina puede ser un lugar seguro para pensar y pedir ayuda "Si Jefa, ahí estaré".  "Descansa y nos vemos mañana."  Aunque no hayan ciclotrones en la oficina, están mis amigos, tal vez a ellos se les ocurra algo.  Se que se les ocurrirá algo.

Vuelvo a mis notas constantemente, había puesto la alarma cada una hora para que me recordara de leerlas, pero cada vez que va a sonar, recuerdo que va a sonar y que tengo leer mis notas.  Causa-efecto, efecto-causa, mierda, esto se esta poniendo realmente denso.   Decido no pensar más en el tema, y distraerme como sea posible y a toda costa.   Ya me estoy viendo acostado ebrio.   Me sirvo un whisky.  Bebo velozmente mientras bailo con cadencia y semi agachado el minimal más negro que tengo.  7:00 p.m. estoy acostado, ebrio y casi inconsciente.   Me duermo.

Despierto con un cuadernito amarrado al cuello.  ¿Que mierda es esto? Comienzo a hojearlo y no puedo creer lo que leo.  Creo que bebí demasiado ayer y me puse creativo...supongo...repentinamente los recuerdos comienzan a llegar.  Mierda.  Son recuerdos del futuro.  El cuadernito me hace sentido ahora.  En el dice que debo ir a la oficina.  Recuerdo que mis compañeros están impacientes y nerviosos esperando mi llegada.

"Se que he estado actuando extraño, pero es que fue fuerte" es mi frase de entrada.  Ellos asienten.  Chancho me dirá que el Gárgola sabe de estos temas.  "Compañeros, creo que he perdido la memoria...y acá viene lo más raro, creo que puedo ver el futuro...mejor dicho recordar el futuro".   Veo como se les salen los ojos de impresión y como tirita la chica producto de una risa nerviosa.   Chancho visiblemente más preocupado que el resto me dice:   "El Gárgola tiene un Tío que dice que es vidente, aunque yo creo que en verdad esta loco".  Cuanta razón tienes amigo mío.

Memento.   Chancho me hace señas para que me acerque a su computador y me dice "mira".  En YouTube me muestra el tráiler de una película, Memento.  Yo le digo que por ningún motivo me voy a tatuar y que de todas formas no me alcanza el espacio en todo el cuerpo.  Lo que tengo escrito en cada página de mi cuadernito es vital.  Le doy las gracias y le digo "eso es una película, lo mío es real man".  Se que la vio,  le pregunto.  "Si" me dice.  "¿Y como termina, que pasa?", arrugo la cara cuando recuerdo su respuesta que aún no pronuncia.  "Mira....es bien enredada la película".   Puta.   Anoto: Memento, película enredada, verla-  Miércoles, 10:00a.m.

Correo de Gárgola con copia a Chancho.  Miro la pantalla, cinco segundos, aparece.  Dice que dada la gravedad del caso es necesario que vayamos inmediatamente donde su Tío.  Que el Tío a esta hora esta predicando en la Estación Mapocho.  Está dispuesto a dejar la oficina y acompañarnos.  Notable, considerando que el Gárgola no es muy movedizo y que no ha faltado nunca al trabajo, ni siquiera sale almorzar.  Se dice que no come.  Debo estar muy mal para estar recibiendo toda esta ayuda.

Que gran trío, Chancho, Gárgola y Yo, en una gran misión.  Presiento que obtendré respuestas esta vez.  En el metro me voy leyendo mis notas, las cuales he actualizado con la información que me dio Chancho sobre el accidente.  La idea de la velocidad de la luz la abandono.  Estoy volviéndome loco pero no gúeon.  Por ahora al menos.

"Ahí esta mi Tío" dice apuntando a un hombre de camisa blanca y pantalones de vestir que predica al frente de la Estación Mapocho y del Mercado Central.  Parece un predicador, habla a través de un micrófono y un parlante chico al río de gente que pasa por el frente sin detenerse.  Me llama la atención que no tiene una biblia por ninguna parte.

Comienzo a caminar hacia él, mis compañeros se quedan atrás.   El Tío se da cuenta que voy caminando hacia él, aunque no me ha visto.  Apaga su parlante, deja el micrófono y se da vuelta.  Yo ya estaba parado esperando esto.  Comienza la conversación más extraña y fluida que he tenido...hoy por lo menos, ya que no me acuerdo de ayer.  El responde, yo le hago la pregunta.  Yo respondo y el me hace la pregunta que corresponde a mi respuesta.  La entrevista tiene el orden inverso, respuesta, después la pregunta.   Con el resto de la gente esto no ocurría.  Me sentía muy cómodo hablando con el Tío.

Después de media hora de intensa conversación, lo abrazo, me despido y me acerco a mis compañeros que me miran estupefactos.  "Bien" les digo al mismo tiempo que me preguntan "¿Como te fue?

Respiro hondo y les digo "Ya se que micrófono y parlante es el ideal para mi, solo me falta decidir cual será mi esquina".